ADIVINACIÓN: LA BOLA DE CRISTAL

Antes de aventurarnos por el camino de la clarividencia a través de la esfera de cristal. es indispensable fijar algunos puntos de referencia, así como algunas reglas que, a pesar de que son bastante sencillas, sin embargo, tienen una importancia extraordinaria a la hora de llevar a cabo esta forma de adivinación.

La palabra clarividencia significa "ver claro", y, por extensión, "ver y prever lo que los demás no saben".

Todos tenemos facultades de clarividencia, pero de manera confusa, y se manifiestan a distintos niveles de potencialidad. Por eso es necesario que la persona interesada en aprender a utilizarla utilice las técnicas que sirven para despertar y activar su peculiar perceptividad y sensibilidad astral.

Lo primero que hay que hacer es tener una bola de cristal compacto, sin ninguna apertura, sin sombras, a ser posible sin imperfecciones. Lo ideal es que tenga un diámetro de al menos 7 centímetros. Sirven perfectamente las de cristal fundido. Pero si disponemos de dinero, lo mejor es una bola de cristal afilado y puro. El cuarzo, o cristal de roca, tiene la propiedad de captar de un modo excelente las vibraciones del plano que los ocultistas llaman "astral". Sin embargo, hay que distinguirlos de los objetos que se suelen llamar "bolas de cristal" de esas que se compran...; de echo se tratan de cristales normales, o en los casos límite, de esferas de cristal normales y corrientes a las que se les ha añadido un mayor porcentaje de plomo para que sean más transparentes. Estas bolas no son tan apropiadas para una buena videncia, como en cambio, las que están recortadas en el cuarzo sin mellar, que son más raras y cuestan mucho más. Yo os recomiendo esta tradicional bola de cuarzo, que a pesar de tener un tamaño mínimo es el único soporte natural y, por tanto, verdaderamente mágico que puede dar resultados indiscutíbles, seguros y a menudo espectaculares.

Hace falta un soporte, de madera o de metal, sobre el que habrá que apoyar la bola. Si lo prefieres puedes apoyarla sobre un almohadón de seda negra. La bola no ha de estar contaminada (en general y en particular antes de que empiece la sesión contemplativa) por sudores u otros elementos cargados de negatividad.

La cristalomancia es la "forma moderna de antiquisimos y nobles procedimientos adivinatorios que pretenden despertar la perceptividad astral", a fin de hacer visibles los signos que evocan el pasado, revelan el presente o anuncian el futuro. Por eso es indispensable que la esfera de cristal sea, por así decirlo, extremadamente "personalizada".

Tu bola ha de ser como el perro, sólo ha de tener un amo. Además el ocultista tiene que manifestar una confianza absoluta en las propiedades particulares de la esfera: los iniciados dicen que hay que "amarla".

Por tratarse de un objeto-soporte prodigioso, la bola de cristal no se debe de enseñar a personas curiosas o no iniciadas en el arte, como hay que hacer con todos los demás instrumentos y accesorios mágicos. Por tanto, la bola ideal la tiene que manejar únicamente el que la posee, para que no se mezclen en ella vibraciones o magnetismos ajenos, que lo único que consiguen es debilitar sus poderes.

La bola se tendrá que preparar perfectamente para que sea pura como "agua de manantial". Antes de utilizarla es oportuno eliminar de ella todo reflejo superfluo de luz, sobre todo artificial... En efecto, si los juegos de reflejos, de las sombras y de las luces artificiales penetran en la bola, la visión de las imágenes de lo astral -la verdadera videncia- se presenta alterada o no se presenta en absoluto.

Por tanto, no se dejará que nadie manipule la bola después de que haya sido purificada y magnetizada. Además un trapo negro de seda negra nos ayudará a cubrirla.

Recordar siempre que la clarividencia a través del globo tiene que representar ante todo una búsqueda personal para alcanzar la perfección espiritual, acercándonos así al Divino Creador, a quién en todo momento habremos de dirigir nuestro pensamiento de veneración y agradecimiento por el magnífico don de la videncia que, en su infinita bondad, ha querido prodigarnos.

-MARA-


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