MANDALAS: ¿QUE ES?
El centro verdadero del círculo es un punto. Pero el punto carece de dimensión y de lugar. Por tanto escapa a nuestra percepción y a nuestra capacidad de imaginación. No pertenece a este mundo, porque en nuestro mundo todo tiene extensión y dimensión, porque el mundo es forma. Pero el punto pertenece a otra escala del ser, existe más allá del mundo, es metafísico en el sentido más literal. El punto simboliza la unidad, la totalidad, la perfección. Por eso, en casi todas las culturas y épocas simboliza también a Dios.
El punto lo contiene todo, sólo que en potencia nada más, no en estado manifiesto. De él nacen el círculo y la esfera, que son las formas en que se revela el punto. Lo que en éste todavía es potencia meta-física cobra configuración formal en los círculos y las esferas.
El círculo es un punto más una dimensión, por eso el círculo vive en su centro, que lo define incluso cuando este punto no sea accesible para nosotros. El punto y el círculo... Dios y el mundo... lo Uno y lo Múltiple..., lo implícito y lo explícito... pares de conceptos que todos significan lo mismo.
El humano precisa del mundo de las formas visibles para distinguir lo invisible en él. La experiencia sensible necesita de un cuerpo para realizarse. El mundo visible es el vehículo que nos pone en contacto con lo trascendente. Dios se revela al mundo. No existe nada aparte de Dios, sus propiedades y sus acciones, Todo le pertenece a Él, procede de Él y se encamina hacia Él. Pues si Él se apartase del mundo, aunque solo fuese durante un parpadeo, en ese instante el mundo dejaría de existir. Porque el mundo sólo puede perpetuarse porque Él lo mantiene y lo vigila. Lo que sucede es que la LUZ que emana de Su manifestación es tan poderosa, que nuestros sentidos no pueden percibirla, y así distinguimos únicamente su creación, que lo oculta a él. Esta identidad entre Dios y el mundo, entre lo real y lo ilusorio, encierra un gran secreto que muchos pasan a la ligera. Esa relación paradójica, sin embargo, conviene comprenderla bien, porque así evitaremos dos extremos en los que se cae con demasiada facilidad.
O nos perdemos en el mundo de las formas (materialismo), o tratamos de escapar del mundo formal movidos por la errónea creencia de que la espiritualidad solo se encuentra "fuera del mundo", siendo así que no se puede huir del mundo, ya que este no existe sino en nuestra conciencia. Por tanto debemos servirnos del mundo para nuestro camino hacía el centro, hacia la redención. Vivir en el mundo, analizarlo conscientemente, trabajar en él, jugar con él, danzar en él y así utilizarlo como ayuda para encontrar el punto en donde se unifica la multiplicidad.
La ley del mundo es el movimiento, la ley del centro es la inmovilidad. La vida en el mundo es movimiento, actividad, danza. Nuestra vida es una danza continua alrededor del centro, un giro constante alrededor de lo UNO invisible al que nosotros, como el círculo debemos nuestra existencia. Vivimos partiendo del centro, aunque no seamos capaces de percibirlo y sentimos la nostalgia de él. El círculo nunca olvida su origen y nosotros también recordamos el Eden.
Todos bailamos alrededor del centro, pero es necesario que aprendamos a vivir las Leyes de esa danza, cada vez más conscientemente.
Un MANDALA es una representación simbólica espiritual de un círculo inscrito dentro de una forma cuadrangular. Se usa para enfocar la atención y ayuda a acceder progresivamente a quien medite a niveles más profundos del inconsciente, experimentando una sensación mística de unidad con la armonía del Cosmos.
Compartir